Dino Campana (1885 –1932) es una figura controvertida, fascinante y anómala en su condición de poeta en la Italia del primer Novecento. Ha sido definido como poeta simbolista (“el Rimbaud Italiano”), expresionista, hermético, moderno y experimental. Uno de los elementos cautivadores de Campana es la particularidad del lenguaje de sus textos, líricas y poemas en prosa y también su vida de inadaptado, anárquico, consumidor sin medida de experiencias y sometido por la locura en toda la parte final de su breve vida.

La noche de Dino Campana, es el poema que abre los Cantos Órficos y encierra en sí todos los temas, formas, figuras y obsesiones que el poemario retoma continuamente, a veces, en forma de poesía o de prosa (no es fácil la distinción en la obra del autor), en un continuo acto de reescritura que expresa el sentido de la búsqueda de algo que nunca se alcanza.

En La noche, como en toda la obra de Campana, el movimiento, el espacio y el tiempo tienen una función que no sigue el desplegarse lineal de la historia, que aparece partida, discontinua. En verdad estamos en otra realidad, en un mundo mítico y onírico donde el poeta puede ocupar su puesto de viajero para regresar a un tiempo lejano donde se da vida a una época originaria.

El viaje, para Campana, es la forma máxima del conocimiento sensorial y de la experiencia humana. Por eso – aunque cuando tenga un destino más o menos definido, La Verna, París, América Latina – sigue lo más posible con sus tiempos, sus ritmos, sus formas, que no coinciden con las de un viaje normal […]. El viaje es para Campana experiencia de libertad, de rupturas de los vínculos cognoscitivos y culturales que imponen las situaciones de “partida” (es bueno decirlo), apertura ilimitada a los horizontes de la experiencia.

A través del relato que el poeta hizo al doctor Pariani del manicomio de Castel Pulci, así cuenta su temporada de inmigrante aventurero en Sudamérica: “Quería estudiar química pero luego ya no estudié nada porque no me daba la gana y me puse a estudiar piano. Cuando tenía dinero gastaba todo lo que tenía. Un rato escribía, un rato tocaba el piano. Así terminé de desequilibrarme completamente. […] Cerca de los veinte años no podía vivir más, yo andaba siempre dando vueltas por el mundo. Me fui a Argentina porque allá es más fácil encontrar de que vivir tocando el piano”.

Campana, recuerda Carlo Bo “se perdió en su irrefrenable noche. […] Esta noche que es continuamente cercana a su espíritu y que el poeta no se cansa de invocar”, y continúa, “esta insistida invocación a la noche, esa permanencia externa en el violeta, que es su color, es la suma de sus confesiones, la suma de sus intereses traicionados”. La noche, que para el poeta es “la madre de todas las formas de existencia” y se conecta con el rol del mito, que interpreta la realidad circunstante a través de la analogía.

Las figuras femeninas que sobresalen en La noche son en su mayoría prostitutas que el poeta a través de la relación sexual, cree que pueden darle acceso al otro mundo, a la otra dimensión. Las mujeres vienen siempre presentadas en una pareja formada por una matrona y por una doncella. El Eros y la mujer toman en ese recorrido un significado muy importante, porque constituyen la posibilidad, que luego nunca se concretiza, de abrir un paso, de ir más allá. Ruggero Jacobbi habla del mito del amor como “salvación siempre posible y siempre postergada: el amor es el espejismo que una mano diabólica te quita frente a los ojos cuando todo parece decidido, cuando las estaciones de la vida parecen tenderse en una perspectiva finalmente revelada”.

Si la vida de Campana fue aventurera y trágica, también la historia de sus textos fue bastante complicada. En 1913 Campana entrega su único manuscrito titulado El día más largo a Papini y Soffici, dos escritores de la revista de Florencia Lacerba confiando también en un lejano parentesco con Soffici para obtener su atención, sin embargo, su libro no viene tomado en cuenta y termina extraviado. Después de varios meses Campana intenta reapoderarse de su texto pero Papini dice no saber nada y lo manda con Soffici, que niega haberlo recibido. Campana está desesperado y su precario equilibrio mental vacila. Solo a la muerte de Soffici en 1971 setenta años después, el manuscrito es hallado probablemente en el mismo lugar donde fue dejado al recibirse.

En el invierno de 1914 Campana reescribe su libro confiando en su memoria y apuntes, en la primavera del mismo año financia y publica su poemario con el título Cantos órficos en referencia a la figura mitológica de Orfeo, el primer poeta-músico, donde aparecen numerosas modificaciones y partes añadidas respecto al manuscrito original. La noche en la primera versión tenía como título Cinematografía sentimental que describe muy bien el montaje de las imágenes y utiliza una temporalidad no lineal, en que el pasado emerge repentinamente en el presente y también es una muestra de las soluciones estilísticas de los Cantos Órficos: la sintaxis como cantilena basada en el uso de la repetición (también de enteros sintagmas, como en el caso de “en el gran espejo desnudo” o en “la noche de amor de violeta”) y el cromatismo insistido y tendente al abstracto, en este caso basado en el violeta.

La noche parece contar las diferentes etapas de un viaje y da a entenderse como la huida por parte del poeta inquieto y vagabundo, hacia algunos lugares que aunque no nombrados, reconocemos (Faenza, Bolonia, la Pampa, Génova).

Antonio  Nazzaro