¿Libro álbum? ¿Abecedario? ¿Silabario ilustrado? ¿Qué son y en qué se diferencian? Esta reseña, escrita por Angélica Panes para la revista RunRun, del Alfabeto ilustrado bilingüe en italiano y en español publicado por Edicola Ediciones, hace un recuento de la historia de este tipo de publicaciones en la literatura para niños y particularmente en Latinoamérica.

 

 

Los amen (nodrizas) los apotheker (farmacéuticos), los artilleristen (artilleros), las adler (águilas) y las affen (monas), los kinder (niños), los kellner (mozos), los katzen (gatos), los kegeljungen (recogedores de bolos), las köchinnen (cocineras), las karpfen (carpas), los uhrmacher (relojeros), ungarn (hungría), los ulanen (ulanos) se reconocieron solidarios. Anunciaron grandes reuniones, hicieron sus comparsas delegaciones de todas las a, las b, las c y así sucesivamente, y se dirigieron tumultuosamente a sus asambleas

Walter Benjamin

 

Alfabeto ilustrado bilingüe en italiano y español, de Francisca Yáñez y Alice Rifelli, es un libro álbum publicado durante 2017 por la editorial chileno italiana Edicola. Se trata de un conjunto de 52 páginas, cuadrado, cuya paleta de colores se compone de rojo y verde, en tonalidades oscuras y claras, sobre un fondo blanco lo que remite inmediatamente a los colores de la bandera italiana. La portada incorpora el color amarillo y el título es acompañado por dibujos similares a aquellos de la infancia, ligados a elementos de nuestro mundo cotidiano y que suelen acompañar las letras de un abecedario: manzana, casa, árbol, pájaro. Donde incluso tenemos la sensación de estar frente a esos escritos y dibujos hechos sobre una pizarra a punta de tizas que dejan ese trazo poroso. Un estado inicial y permanente de juego y nostalgia invaden al lector: niño y adulto respectivamente.

Llamarlo libro álbum no es casual, aún cuando, desde el título, se autodenomina como un texto perteneciente a lo que podríamos llamar la familia de los abecedarios o silabarios ilustrados que suelen acompañar el proceso de aprendizaje inicial de la lectura. Libros que no sólo han acompañado a nuestros abuelos, padres o a nosotros mismos, sino que se remontan a siglos atrás, específicamente hasta el siglo XVII, tanto en Europa como en Latinoamérica. Libros que paulatinamente han tomado características lúdicas y estéticas propias de la literatura para niños hasta fundar una versión actual de los alfabetos que, si bien no pierde su esencia didáctica, tal directriz de ordenamiento alfabético, se ve invadida por juegos verbales, disparates y mini historias que se cuelan por entre las rendijas de estas filas serias y ordenaditas. Y tal invasión no es casual, no es arbitraria sino resultado de la inevitable evolución histórica y social del mundo que nos rodea y que aprendemos a leer también.

Por lo tanto el vínculo con este libro es mucho más profundo que el solo aprendizaje de la lectura,  que solo esa nostalgia, esa raíz emocional, vinculada a la primera vez que decodificamos, se trata también de la relación con un libro que ha evolucionado históricamente, a la par de las sociedades y sus necesidades donde debemos preguntarnos qué nos muestra este nuevo alfabeto, de qué es resultado, cuáles sus intenciones y tensiones.

Esto puede parecer extraño. ¿Cómo un libro, aparentemente didáctico, podría dar muestras, luces, de evoluciones históricas y sociales? Esta idea no es nueva, pues ya la mencionaba Walter Benjamin, en sus escritos sobre infancia y juventud, al señalar que el abecedario genera un soporte textual donde se nos presenta una letra que reúne a su alrededor una familia de palabras que variarían según las influencias del medio, de la época.

Esta idea se afianza al observar la evolución histórica de este tipo de libros, fijada por Marta Sajuán en su texto Los artefactos ilustrados como artefactos estéticos y literarios. Recordemos que ellos surgen como un “texto auxiliar de la enseñanza”, que en Chile tienen su primer representante en la Cartilla del padre Zarate de 1821 a decir de Manuel Peña, un texto con una clara función didáctica, del siglo XVII, donde encontramos la asociación entre una grafía y un sonido a las que, además, se les asocia un objeto o animal que comienza con esa letra. Estos son los silabarios que se han denominado como tradicionales (Sanjuán, 2015).

A partir del siglo XVIII comenzará a transitar por otros formatos que permitan no sólo alfabetizar sino instruir religiosa y moralmente. Se generan, entonces los clásicos alfabetos temáticos.  A la par y siguiendo el espíritu de la época, muchos de estos textos se organizarán al modo de las enciclopedias, intentando mostrar el mundo de forma ordenada, siguiendo el modelo del Orbis Sensualim Pictus (1658) de Comenius, otros intentaran, aún más, fomentar por medio de los abecedarios ilustrados, una estructura racional del conocimiento.

Frente a esto, surgen corrientes contrarias a la utilización de los abecedarios como manuales de enseñanza racional y dan paso a lo lúdico y estético al incorporar mucho de la tradición del folclore popular infantil oral (canciones, rimas, disparates, nanas). Mundo de niños y cuidadoras que pulula y pugna por debajo de la enseñanza e imposición rigurosa del orden y la racionalidad adulta y tan propia del siglo XVIII. Vemos como en esta producción de abecedarios se presentan estas dos corrientes de educación: formal e informal, convencional y espontanea, seria y entretenida.

Corrientes que ya hacia el siglo XIX, se disputan un lugar por medio de las familias de palabras que se organizan en torno a cada letra. Se considera y potencia la relación entre la letra, la palabra, la ilustración y la imagen que es lo que permite el ingreso del humor, de la ironía, y es germen de un contenido cultural o político sorprendente para lo que podríamos considerar como un libro infantil.

Con el surgimiento de nuevas teorías sobre la lectura, a principio del siglo XX, los abecedarios, alfabetos y silabarios se desligan de su condición eminentemente didáctica y comienzan a incursionar en otros ámbitos, ligados a un carácter lúdico y estético y, sobre todo, a la conciencia de la relación compleja que se da entre imagen y texto: la aparición de este nuevo lenguaje que ya no se subyuga a la letra, alejándose de la relación más referencial. Se ve además influenciada por los juegos poéticos vanguardistas, la ruptura genérica, la búsqueda de nuevos formatos.

En suma los abecedarios ilustrados se vuelven objetos estéticos, se vuelven libros álbumes que darán cuenta del sentir de la época contemporánea al mostrar universos caóticos, al incorporar al lector como un agente que viene a completar su sentido, al descentrar el libro del lector infantil abriéndose al lector adulto también. Se rebela contra la naturaleza convencional del lenguaje y del propio alfabeto. Letras que funcionan como nodos desde donde surgen mini ficciones con un alto poder de sugerencia y que operarían como “disparadores cognitivos de memoria semántica” unificados por la trama mayor que es este orden alfabético y cuyo placer radica en la cooperación entre escritor, texto, lector (Sanjuán, 2015).

Varias cosas se desprenden de esta somera muestra de la evolución histórica de los abecedarios, cosas que pueden conformar cierta “poética” de los alfabetos, y de los libros álbumes en general, como por ejemplo la función que cumplen, los temas que transmiten –instruyen– la relación entre imagen y palabra, las mini ficciones o mini relatos que construye, las referencias metaliterarias que incorpora.

Así, Alfabeto ilustrado bilingüe en italiano y español se plantea, desde lo didáctico como un texto bilingüe, que pretende mostrar una familia de palabras en español e italiano. Intención clara desde el título y afianzada en el prólogo donde se nos sitúa entre estas dos lenguas –resultado de la experiencia trashumante de sus autoras y editorial– con la intención de que reconozcamos el valor de conocer y manejar otros idiomas como una herramienta de conocimiento, comunicación y solidaridad en un mundo cada día más inter e hiperconectado.

Alfabeto2

El libro se organiza bajo un orden alfabético donde nos encontramos con una letra, y palabra correspondiente, y luego una serie de frases que remiten a ella. No hay aquí una relación directa, referencial, un sometimiento de la palabra y la imagen a la letra, hay más bien, una convivencia, libre, abierta, lúdica, donde por ejemplo, en la A de amistad encontramos “Compañero de viaje” (compagno di giochi); en la B de Bicicleta, leemos “Libres como el viento” (liberi come il vento); en la C de Cantar damos con un “Bajo la ducha” (sotto la doccia). En este abc las ilustraciones apoyan y complementan el sentido y vínculo con la letra lo que le otorga esa complejidad del lenguaje propio de los libros álbumes.

Esa indisoluble unión entre texto e imagen potencia las mini ficciones que conforman el libro y que contienen un alto poder sugestivo, ya que cada letra remite a una serie de acciones que se vinculan con la palabra central pero que no se subordinan a ella y nos hacen, como lectores, participar del libro dejándonos el margen necesario para comprender su función primera, a la vez que construir nuestras propias referencias, nuestras propias historias.

En este sentido el libro, que propone una “ruta de lectura” que, por cierto, no se apega para nada a la ruta convencional al trabajar la página de derecha a izquierda: sitúa la letra en el margen superior derecho, bajo ella la palabra central y luego en el plano abierto que conforman ambas planas, están las frases desperdigadas. Así el libro se descentra a sí mismo y permite que el lector decida y ordene las secuencias, las mini narraciones. Aún más permite que el lector ingrese en el espacio en blanco entre cada frase y proponga otras. En este sentido, sigue aquello que Walter Benjamin mencionaba en su artículo Panorama del libro infantil (1926) al señalar que el niño –lector– ingresa en el mundo propuesto por el libro infantil, se hace parte de él. No admite la censura del sentido (Walter, 1989). En este alfabeto el lector ingresa, no solo en el espacio de lo dicho, de lo traducido, sino que también en ese otro espacio en blanco, entre imágenes, completando una trama o inventando una que responde a su personal forma de ver y comprender el mundo.

Otro rasgo importante es su constante referencia metaliteraria, que nos hace pensar y estar alerta sobre el acto de leer en sí. Se incorporan referentes de otros libros como el Gato con botas (Il gatto con gli stivali), la isla de Peter Pan (l’isola di Peter Pan), leer braille (leggere il braille), la fábula del zorro y las uvas (la favola della volpe e l’uva) y la utilización de la fuente Biblioteca para los títulos, capítulos y textos. Lo que nos remite constantemente a este acto como una tradición, pero también como una acción cotidiana visual, táctil –inclusiva por cierto– y bilingüe.

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Ahora bien, es innegable su filiación didáctica que está presente en varios planos. Primero en la relación entre la letra y la palabra, que en adición  a la traducción a otro idioma –en una faceta comunicacional– crea frases que son de uso común, cotidiano, útiles o prácticas.  Segundo, en la serie de temas que aborda que van desde el cuidado personal al  medio ambiente, en un sentido inclusivo, en el respeto y hasta en el disfrute del juego, de la complicidad, de la experiencia curiosa del mundo infantil.

Retomando una de las ideas iniciales sobre los alfabetos, sobre estos libros como depositarios de un sentir de época, podríamos decir que Alfabeto ilustrado bilingüe en italiano y español, se nutre de una idea esencial, que a veces olvidamos, que es la de conocer a los otros, entender sus costumbres –que quizás no son tan diferentes a las nuestras– o  ideas y sentires similares como, por ejemplo, lo que ocurre en la D de “despertarse por una pesadilla” (svegliarsi per un incubo) o en la G donde alguien nos enreda el “ovillo de lana” (gomitolo di lana) o en  N de “hacer amistad con los animales” (fare amicizia con gli animali).

Una última reflexión surge desde la experiencia de este libro a partir de la que podemos imaginar otros posibles alfabetos ilustrados con los que puedan aprender a leer y leerse los niños y niñas hoy como por ejemplo alfabetos mapundungun-español, creole-español, alfabetos en braille, etcétera. En pos de conocer y como nos dice la P: Rispettare le differenze.

 

Trabajos citados

Manuel, P. (1982). Historia de la literatura infantil chilena. Santiago: Ándres Bello.
Sanjuán, M. (2015). Los abecedarios ilustrados como “artefactos” estéticos y literarios: aproximación a su. Ocnos: Revista de Estudios sobre Lectura, núm. 14, 42-64.
Walter, B. (1989). Escritos. La literatura infantil, los niños y los jóvenes.Buenos Aires : Nueva Vision.

 

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