Presentamos un adelanto de lo que será el segundo título de poesía de la colección Canción Callejera de Edicola Ediciones: Este pasar de cosas de Angélica Panes. 

Pero hablamos del patio, una tarde, hablamos
de estarnos leyendo como si arraigáramos
la costumbre, el desgano o un llanto
de abuelo que se niega, piel dura
porque tosca es mi nueva manera que es
tu mismo dolorcito, dijiste espejo, dijiste
la misma mañana de muerte que nos persigue
mantra que se me fue silenciando
hasta ser una motita de polvo en alguna parte
olvidada de la casa.

Y convocas a la muerte como signo de un amor
que nos tiñe las manos de puras añoranzas
ciruelas reventadas, manchando chalitas
talones, manchando el tinto en alguna parte
a la madrugada pongámosle que murieron
a la madrugada reventados como ellos
solos pero sin remordimientos ni dolores
por puro gusto sabiendo que no llegarían
a ciertas edades. Ciruelas, el tinto
que nos curte, que nos tosca
nos vuelve espejito. No, remedo
de un tiempo que no es el nuestro
porque, copia inútil: ya no fuimos.

Farsa mía,
sabe dios que angustia los acompañó
y el verso se dispara en medio de estas calles
como bombazos a la madrugada, cadenazos
a los cables de luz, balines sobre los techos
ajusticiamiento a las fueras de la casa. La muerte
como tinto, manchando vereda, antejardín
punta de los pies, avanzándonos
mientras las vecinas nos lloran, nos abrazan, nos hablan
y pensamos en morir también en nuestra ley: balazos
piedrazos a la cara, golpes en el canto de los muebles
hematomas por el cuerpo, dedos tiznados por los codos
de bronce ahumado, todo se reduce
a manchas que nos cubran
a marcas.

Caín

es la coincidencia: ni el aciago día, ni la lectura
de unos poemas cayéndose a pedacitos
ni la noche, ni ninguna conversación
posterior será la mancha que nos una
obligándonos
a ser toda esta población de abuelas sentadas
a la vera del camino, la gente que apalea alfombras
instala piscinas, toda esa raigambre
de unas costumbres rurales:
caminar por el medio de las calles
empuñar la mano metida en los bolsillos
de las chaquetas para provocar respeto, provocar
esa caminada de barrio, de pobla, la periferia
como nombre de una misma población:
venceremos
como nombre que repite las historias
esa perpetua toma de terrenos
la mejora elegida, las peleas con los vecinos
que atiborraban el terrenito otorgado y la vida
siempre al filo de las apuestas: hombres enfilando hacia
las carreras para jugar a placé al primer caballo
que les guiñara el ojo.
Jugar o que te quemen que te hurguen la muerte
silenciosa que cargas como un hilo rojo
enrollado a tu mano izquierda
la esperanza.