Antes de publicar el presente libro, Este pasar de cosas, Angélica Panes había adelantado una plaquette titulada Barro (H)otel (Cuadernos de Poesía, Biblioteca de Santiago, 2012), que luego daría paso al libro Barro (Balmaceda Arte Joven Ediciones, 2014). Estas publicaciones resultan importantes a la hora de analizar su última entrega, ya que nos brindan precedentes ilustrativos para entender su poética, la cual sigue en construcción en esta obra hecha a retazos.En Este pasar de cosas, nuevamente se pone en manos del lector una serie de poemas que más bien parecen fragmentos de un solo poema global, unificado e incompleto, que se sugiere verso a verso. “Esa escritura / es más peligrosa que monos con navajas / estarse enquistado con alevosía, dice que lo mataron / que lo re mataron y ver manchas de sangre en la vereda, / a la puerta de la casa: ajuste de cuentas y él sabía / que moriría en su ley […]” (23), nos dice la autora, y no está claro si habla de los códigos de la población donde vive o de su propio trabajo poético, ambos discursos fundidos a ratos en una obra donde la poesía parece ser una extensión de la calle y viceversa, ya que más adelante se nos recalca: “[…] El verso / repercute como un disparo en las afueras de la casa / barrio con sombras que se mueven de noche / ráfagas a lo lejos que parecen ser la música de fondo / maquinal, ya nadie se sorprende / de la mano la niña” (27).

Este último detalle mencionado (“la niña”, hija de la hablante, quien es personaje activo de esta nueva entrega), junto a las presentes reflexiones sobre su propia obra, son la gran novedad de Este pasar de cosas, pues en Barro ya se nos presentaban estas acuarelas poblacionales que Angélica Panes pinta en sus textos, pero abordadas desde la propia infancia, desde los recuerdos y una mirada enternecedora de la realidad circundante, por muy violenta y peligrosa que ésta sea a diario. Ello acarreó un nuevo tono de enunciación, una perspectiva más madura que se refleja tanto en la visión de mundo como en la forma de hacer poesía, ya que los versos también han cambiado; se han vuelto más sintéticos, agudos y particulares, articulados bajo un ritmo propio. Para ejemplificar todo lo anterior, tanto la inclusión de la niña como la madurez de la composición, cito lo siguiente: “Sentada a los pies de la cama tempranísimo / sus historias mañaneras entrecortadas / por mis últimas somnolencias, preparar: / leche para ella, café para mí, tostadas / para ambas; lecturas posteriores juegos / de media mañana; orden de la casa, del cuerpo / silencio tipo doce del día del living al comedor / a la pieza; almuerzo; sobremesa toda la tarde / en su extensión hasta las últimas conversaciones” (59).

Además, por otro lado, se incluyen en Este pasar de cosas algunos poemas en prosa, otra novedad importante en la obra de Angélica Panes, los cuales aportan una nueva variante estilística en su trabajo y también algunos pasajes interesantes, como los siguientes, donde se alude a sí misma en tercera persona, como siendo observada bajo el renovado prisma de su poética: “Escritura, entre horas y labores, se parece a un cajón forzado de tanto contener en desorden, sin criterio de selección y donde una apresurada hurga en los viejos poemas, las imágenes y no resuelve” (45).

En general, me parece que la autora está llevando bien la evolución de su poesía, la cual avanza al compás de su propia madurez y su propia metodología de trabajo. Esto es bastante positivo, ya que poco a poco se va bosquejando el dibujo final –donde veremos el cuadro pintado a plenitud– o quizá el constante desarrollo de esta sucesión de retazos, que bien puede encontrar su resolución o seguir reproduciéndose como una película sin final establecido. Supongo que la autora decidirá e impondrá sus formas, pero por el momento se agradece esta poesía honesta, profundamente arraigada en nuestros márgenes.

Crítica literaria realizada por Patricio Contreras al libro Este pasar de cosas de Angélica Panes y publicada en Periodico Solidaridad.