Este último detalle mencionado (“la niña”, hija de la hablante, quien es personaje activo de esta nueva entrega), junto a las presentes reflexiones sobre su propia obra, son la gran novedad de Este pasar de cosas, pues en Barro ya se nos presentaban estas acuarelas poblacionales que Angélica Panes pinta en sus textos, pero abordadas desde la propia infancia, desde los recuerdos y una mirada enternecedora de la realidad circundante, por muy violenta y peligrosa que ésta sea a diario. Ello acarreó un nuevo tono de enunciación, una perspectiva más madura que se refleja tanto en la visión de mundo como en la forma de hacer poesía, ya que los versos también han cambiado; se han vuelto más sintéticos, agudos y particulares, articulados bajo un ritmo propio. Para ejemplificar todo lo anterior, tanto la inclusión de la niña como la madurez de la composición, cito lo siguiente: “Sentada a los pies de la cama tempranísimo / sus historias mañaneras entrecortadas / por mis últimas somnolencias, preparar: / leche para ella, café para mí, tostadas / para ambas; lecturas posteriores juegos / de media mañana; orden de la casa, del cuerpo / silencio tipo doce del día del living al comedor / a la pieza; almuerzo; sobremesa toda la tarde / en su extensión hasta las últimas conversaciones” (59).
Además, por otro lado, se incluyen en Este pasar de cosas algunos poemas en prosa, otra novedad importante en la obra de Angélica Panes, los cuales aportan una nueva variante estilística en su trabajo y también algunos pasajes interesantes, como los siguientes, donde se alude a sí misma en tercera persona, como siendo observada bajo el renovado prisma de su poética: “Escritura, entre horas y labores, se parece a un cajón forzado de tanto contener en desorden, sin criterio de selección y donde una apresurada hurga en los viejos poemas, las imágenes y no resuelve” (45).
En general, me parece que la autora está llevando bien la evolución de su poesía, la cual avanza al compás de su propia madurez y su propia metodología de trabajo. Esto es bastante positivo, ya que poco a poco se va bosquejando el dibujo final –donde veremos el cuadro pintado a plenitud– o quizá el constante desarrollo de esta sucesión de retazos, que bien puede encontrar su resolución o seguir reproduciéndose como una película sin final establecido. Supongo que la autora decidirá e impondrá sus formas, pero por el momento se agradece esta poesía honesta, profundamente arraigada en nuestros márgenes.